«Tras varias jornadas buscando el aliento que me permitiera sobrevivir un día más sumergida entre las aguas del cálido Mar del Sur, encontré un antiguo navío apostado sobre la fina arena del fondo. Mientras nadaba desesperada por refugiarme en el único lugar donde sabía podría encontrarme con una bolsa de aire que me permitiera llenar nuevamente mis pulmones del tan esperado oxígeno, un brillo de luz atrajo de nuevo mi atención. Era puro, intenso, pero a su vez, desgarrador, pues evocaba los recuerdos de una superficie llena del incesante calor del sol, de la constante llamada de las gaviotas y del juego insistente de los delfines.
Algo se removió en mi interior. Alarmada descubrí que un nuevo sentimiento pugnaba por salir y aferrarse con desesperación a mi cuerpo. Rodeándome, clavándome sus penetrantes espinas, me di cuenta que ese brillo esperanzador poco a poco me alejaba de la posibilidad de cobijarme entre las maderas podridas del solitario buque.»
Akhesa.